Faltan todavía seis años para que la televisión se inaugure en España.
Gerardo Diego, a pesar de que no tiene experiencia como espectador, tiene una
idea muy exacta de lo que va a suceder. Deja a la inmensa mayoría, analfabeta "honoris
causa", y al mundo infantil, el
privilegio de contemplar el nuevo medio, mientras que una minoría humanista y
verdaderamente humana, se refugiará en la lectura, la audición o en la
reflexión directa.
"La televisión es un hecho. Y un hecho que en los Estados Unidos y
pronto sin duda, en Europa, ha alcanzado o va a alcanzar proporciones de
problema industrial, económico y educativo. La verdad es que hasta ahora los
programas que los primates de la televisión ofrecen a sus clientes,
entusiasmados con el juguete como chavales con zapatos nuevos, no son demasiado
tentadores como para que nos sintamos desgraciados por no poseer un aparatito
flamante que pueda recoger las imágenes en la pantallita. Todo lo que se les
ocurre es reproducir películas ya conocidas o transmitir espectáculos de
escenario generalmente.
...
Nos imaginamos a la familia reunida en las veladas de invierno como
antes frente a la sabanita del cine baby, ahora contemplando el cuadrito de la televisión
o su proyección agrandada en la pared blanca. Como la televisión viene
acompañada de la transmisión sonora, la escena íntima ofrece un aspecto que nos
recuerda alguna experiencia. Ah, sí. Ahora recordamos: Es el saloncillo
trasatlántico donde el pasaje, incapaz de extraer distracciones y lecciones
eternas de la contemplación de astros y espumas, mata las horas frívolamente
siguiendo las peripecias de una película de vaqueros, de gangster o de amoríos.
...
Como el cine no ha matado al teatro, ni la fotografía a la pintura, ni
el periódico al libro, ni el disco al concierto directo y al instrumento de
música, tampoco la televisión anulará el salón de espectáculos ni disminuirá
las tiradas de los grandes diarios.
Según la absorción del alimento informativo y cultural se vaya haciendo
más cómoda y exija menor esfuerzo, una vocación que podríamos llamar deportiva,
que nos lleva a emplear distendidos al máximo nuestros músculos intelectuales,
conducirá siempre a la inmensa minoría, cada vez más inmensa y también más
minoritaria, a refugiarse en el cultivo de la lectura, de la audición, de la
reflexión directa, humanista y verdaderamente humana, dejando el placer de la
superficialidad de pantallas y ondas fonéticas al mundo infantil o a la masa
analfabeta "honoris causa" que escucha en la venta manchega cómo
discurre la lectura de "El Curioso Impertinente", porque no puede
condensar la mínima energía necesaria para el esfuerzo de leer a solas."
Diario ABC. "Televisión" 11.08.1950
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