Ya conocemos por el artículo de
Manuel Machado, que también hemos incluido en esta antología, el drama que para
la sociedad del final de la Segunda Guerra Mundial, significó el conocimiento
de los efectos devastadores del lanzamiento de las bombas atómicas.
Mientras que para el insigne
poeta de la generación del noventa y ocho, debíamos confiar en los designios
divinos para evitar la catástrofe, para el muy irónico González-Ruano de su
etapa catalana, los momentos son de drama cómico y como tal, lo importante es,
que cada uno viva su vida y disfrute de sus momentos maravillosos, que no se
tome en serio nada y vivir con pleno optimismo, ante la perspectiva del
desastre inminente...
"Señoras y señores ¿Y si dejáramos la era de las lamentaciones
inaugurando la hora filosófico-cínica de la alegre indiferencia que se encoge
de hombros? ¿Qué ocurriría? Probablemente lo mismo que vaya a ocurrir, pero por
lo pronto lo pasaríamos mejor.
La Humanidad ha entrado en un ciclo sencillamente asqueroso: una parte
de los hombres se dedican a meter miedo a otra parte de los hombres; media
docena de caballeros se reúnen pomposamente nada menos que a decidir si unos
cuantos millones de seres van a seguir existiendo o no, si se deben llamar de
un modo o de otro, si pueden aspirar a una coliflor y a vivir en su patria,, o
si se acabó la patria y la coliflor. Y los otros a temblar y a esperar a ver si
se apiadan de la forma, por ejemplo, de su bigote.
¿Pero qué especie de broma es esta? ¿A qué punto de calzonazos han
llegado los seres individuales? Todo está adquiriendo en el mundo, un aspecto
lóbrego y perdonavidas verdaderamente insoportable y grotesco. Los políticos
parece cuervos y los hombres de ciencia monstruos tipo Frankestein como para
morirse de risa.
Por si la última guerra y la serie inmunda de venganzas y amenazas que
luego han empezado y no llevan trazas de terminar fuera poco, nos viene después
lo de la bomba atómica, barbaridad capaz de hacer desaparecer países enteros. Y
ahora parece que el profesor J. Clay de la Universidad de Amsterdam, en unas
conferencias en el Palacio Elíseo, ha declarado que la bomba atómica, que la
única vez que fue utilizada causó más de trescientas mil víctimas, no es nada
en comparación con la posibilidad de si se localiza el rayo atómico, de
efectos, dice la noticia, mil millones de veces superiores a la bomba atómica.
Pues bien, señoras y señores, a mí lo de la bomba atómica me hacía ya
sonreír y lo del rayo cósmico me hace literalmente troncharme de risa. Hemos
entrado en pleno momento cómico del drama. El que le den a uno con un sifón en
la cabeza puede realmente preocupar, pero el que un domingo cualquiera pueda
desaparecer con todos sus habitantes un continente está por encima o por debajo
de la preocupación. Si la humanidad ha caído en ese estado de locura, poco
interesa el que desaparezca. Creo que ha llegado el momento de que cada uno viva su vida y se ocupe más de su mundo
interior, que en fin de cuentas es el único que existe.
No sé si me explico. Para mí, que soy por las buenas un señor González,
América existe mucho menos que Barcelona, porque no la veo, y los seres a
quienes no conozco, pues para mí decididamente, no existen. Así considerando
las cosas, el día que yo me muera el mundo entero ha dejado de existir Y digan
ustedes si no es para reventar de risa lo que me importará a mí en ese día el
profesor J. Clay, de la Universidad de Amsterdam, y los bigotes de don José
Stalin.
Hora es de recomendar seriamente a la gente que empiece a no tomar en
serio nada, que no sea pesimista ni ahorre totalmente dinero y salud, cosas de
valor muy relativo, y que reconozca que con un poco de sentido común y de
tranquilidad en la vida actual no tiene nada de mala. Hay novelas muy buenas.
Teatros cargados de muchachas guapas, discretos licores, conversaciones
ingeniosas, pequeñas vanidades capaces de alegrarnos un poco diariamente. Hay
toda la vida espiritual que os dé la gana, con la ventaja de que además no ha
subido su coste. Podemos, sin permiso de todos esos terribles señores, tomar
café, comernos las uñas, rascarnos discretamente la cabeza, bailar, hacer
punto, y miles de cosas más. ¿A qué viene entonces el pesimismo?.
Yo encuentro en esta época bastante dichosa y tolerable, y la muerte me
parece cada día más un suceso episódico, que si no tiene precisamente gracia,
tampoco es para asustarse demasiado.
Venga, señoras y señores. Arriba los corazones. Que con rayo o sin
rayo, dentro de poco seremos todos calvos y la mayor parte de nosotros no nos
malograríamos después de todo, ni hay bomba ni hay rayo que nos pueda quitar lo
que ya hemos bailado."
Diario LA VANGUARDIA ESPAÑOLA.- "Proclamación del pararrayos"
05.05.1946
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