domingo, 30 de noviembre de 2014

Manuel Halcón: En defensa de los "pobres" terratenientes



Manuel Halcón, periodista, miembro de la Real Academia Española, fue escritor muy afamado en aquella época. Una de sus obras "Manuela" fue llevada al cine por Gonzalo García Pelayo en 1976, protagonizada por Charo López y Fernando Rey.
En este artículo de 1948, hace un panegírico curioso, en favor nada menos que de los "pobres" terratenientes.

"Nadie pondera lo mucho que debe la clase campesina a los antiguos terratenientes que fueron diluyendo sus negocios agrícolas en esa insondable sima de los arrendamientos y aparcerías. Como en los grandes valles, arriba quedaron los terratenientes con sus amarillentos títulos de propiedad, muy señores, muy visibles y ventilados, resistiendo ventiscas y campañas, mientras abajo, por donde corre el río, la tierra mollar ofrece sus dones al discreto arrendatario, a ese pequeño  labrador que domina sus labores mejor que el grande, que no presenta blanco y que en la mayoría de los casos, es más rico que el dueño. Hermosa solución a lo que de otra manera sería un cáncer social. Razonable que los menos se sacrifiquen por los más, pero que se diga. Que se diga que hay viudas, menores e inválidos que no pueden atender el campo y ceden a otro su explotación, lo que equivale a repartir riqueza. ¿Y por qué no se dice?
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La ineptitud de terrateniente español para defender sus derechos de propiedad no estriba, como algunos creen, en que estos derechos no existan. Aparte de aquellos que no saben tener tierras como instrumento de trabajo ¿qué les sucede a esos otros cumplidores beneméritos y caritativos terratenientes? Jamás lograron desviar la saeta que les dirige a través de los tiempos la demagogia blanca, la negra y la colorada. El estudio de historias familiares nos descubre una saludable memez e inclinación al desheredamiento que comienza en el momento en que las lanzas se enmohecen en las perchas.
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Ante tantos embates, incomodidades y miserias, los viejos propietarios de la tierra desertaron. Decidieron que era mejor cambiar de negocio que luchar contra la activa pléyade de los intelectuales, pues ¿cómo iban ellos a ponerse a escribir en los periódicos?
Y se produjo uno de los más trascendentes fallos de la política: montar la demagogia contra la parte más sana del contribuyente. Porque, antes que contribuyente, el hombre que poseía tierras había representado ejemplaridad y continuidad.
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¿Pues dónde si no sobre la heredad, grande o pequeña, nace esta flor de la hidalguía, este aroma del honor que califica a todo español importante por alto o humilde que sea el medio en que viva? En la estrechez de la economía agrícola se educa el hidalgo. En la incertidumbre de las cosechas que, sujetas a os elementos, no consienten que en el ánimo del hombre se forme la conciencia plena de riqueza.
Para muchos la hidalguía significa casi retroceso mental. Para mí significa el ápice de la sabiduría: ser rico con poco dinero. Vivir en hidalguía -huerto recoleto del honor a la española- es como vivir en la frontera de la santidad. Condición del hidalgo es formarse por sí mismo un concepto con arreglo al cual vive y muere. Como en un huerto hay algo que todas las plantas, en un hidalgo hay algo de todas las virtudes. En estas horas difíciles, mirémonos en la planta del hidalgo Cuidemos de no herir sus yemas, pues su fruto es el honor, y para todo lo que signifique progresar honestamente -progreso político, social, económico- para andar por casa y fuera de ella, el honor es práctico."
Diario ABC, "Algo que importa salvar" 29.06.1948

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