En 1946, coincidiendo con la publicación por parte de RENFE de la
supresión de todos los pases de favor, don Wenceslao se imagina aquí en tono sarcástico, lo que le
pasaría a un policía que siguiendo a un malhechor, decide éste, entrar en la
estación con el propósito de subir al tren.
"Cuantos pagamos
íntegramente los billetes de nuestros viajes en tren nos alegramos de que se
hayan suprimido los pases de favor.
...
Pero hay una inclusión
que me parece que debe ser revisada: la de los policías.
Para que un policía pueda ahora obtener un billete en un tren tiene que
pedir a la Dirección de Seguridad un volante; dueño de este volante, va a la
taquilla, se coloca en la cola, y, cuando le llega su vez, entrega el papel y
recibe el billete, que la Dirección se encarga de abonar...
Supongamos que un agente va en cautelosa persecución de un sospechoso;
no de un sujeto que convenga detener en el acto, sino espiar sus acciones para
que ellas conduzcan al logro de los fines de la Justicia. Y he aquí que el
sospechoso se dirige a la estación del Norte y pasa a los andenes. En la mente
del policía estallan entonces -como un cubo de cohetes- muchas divergentes
preguntas. ¿Qué tren elegirá aquel hombre? ¿El de Galicia? ¿El de Asturias?. El
buen funcionario emprende una enloquecida carrera hacia la Dirección. ¿Debe
pedir volantes para cada uno de los trenes? ¿Se fiará del azar? Yo no sabría
cómo resolver este trance, pero en las novelas de detectives que he leído,
aprendí a creen en la existencia de un sentido de orientación en los policías.
El de este caso ya sabe, por ejemplo, que el individuo a quien persigue subió
al correo de Galicia. Todos los demás están eliminados. Muy bien, pero entonces
surge otra cuestión. ¿Se apeará aquel sospechoso en Torrelodones? ¿Seguirá
hasta Venta de Baños? Y ¿por qué no hasta Sahagún? En la duda el policía pedirá
un billete hasta el final. Sin embargo hay dos cabezas de línea: una, en Vigo;
otra en La Coruña. Bien, pues... no queda otro recurso que adquirir un doble
billete.
-¡Manden más volantes y más dinero!- ruge el policía al teléfono....
Y ya todo arreglado, puede ocurrir que el sospechoso se deje llevar por
el tren o que salte a los andenes después de dar un largo abrazo a un señor
gordo que es un tío suyo al que fue a despedir.
¿Y si el policía no encuentra billete en estos días de aglomeración?
Porque digo yo que, al convertirse en viajero vulgar, quedará sometido a todos
los percances que nos son comunes. Entonces nada puede hacer como sea comprar
un billetito de andén, acercarse a la ventanilla donde el sospechoso irá
plácidamente acodado, y decirle, tirándose de un párpado con el dedo índice:
-Conste que a usted lo he calado yo y que no se me escaparía si hubiese
billetes.
Y el otro, escupiendo aburridamente al anden:
-Pues, ... fastidiarse.
¡Piii! Y el tren que arranca.
Puede ser que yo no entienda nada de estas cosas, pero creo que dan
excesivas facilidades al malhechos."
Diario ABC "Sherlock Holmes
y el tren" 21.07.1946
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