jueves, 4 de diciembre de 2014

José López Rubio: La informática solo es un vulgar niño prodigio.



José López Rubio fue un artista polifacético. Director de cine, autor teatral, guionista, humorista y académico de la Real Academia Española.
En 1949 los doctores J. Presper Eckert, Jr., y John Mauchly, crearon la ENIAC (Calculadora e Integradora Numérica Electrónica) que fue la primera computadora totalmente electrónica. Estamos en los comienzos de la electrónica y no obstante, nuestro articulista, alejándose de las predicciones futuristas, afirma algo que todavía está vigente: el ordenador no deja de ser un niño prodigio no mayor de doce años.

"Desde Filadelfia, el inventor del "cerebro mecánico" anuncia, con su novedad, una era electrónica de incalculables posibilidades. No sabemos si este reciente cerebro dará mejores resultados que el modelo anterior, el humano, y si bastará con uno, o con dos de ellos, a lo sumo, para resolver los arduos problemas que muchos cerebros de los de hasta hoy, considerados como los mejores, no aciertan a resolver cuando se reúnen con ese objeto alrededor de una mesa Este cerebro mecánico, que habrá de ser manejado por expertos especiales casi por sacerdotes del nuevo culto del electrón, será, sin duda, de uso general y en los casos urgentes, acudirá a domicilio, haciendo sonar a su paso una campanilla, que es lo que caracteriza los auxilios extremos: el Viático, la ambulancia y la bomba de incendios.
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El inventor espera que su electrónico prodigioso resuelva los más difíciles problemas de matemática superior, aquellos ante los cuales los maestros del cálculo habituados a usar el infinito como simple guarismo, se rinden extenuados. Y, además, anuncia que el electrón, bien conducido, dará soluciones de estrategia militar, compondrá música y jugará al ajedrez.
Con todos los respetos, ya le vemos asomar las orejas al cerebro mecánico. Lo que el inventor trae de la mano no es sino un niño prodigio artificial, un mecánico niño superdotado, para vivir de él, como viven los papás de los niños excepcionales, de carne y hueso, de los que rara vez se vuelve a saber nada pasado algún tiempo cuando ya no están en edad de  que las señoras, para expresar su admiración, puedan alzarlos en sus brazos y comérselos a besos.
Por el campo de sus aplicaciones, ya está visto que ese cerebro mecánico no ha cumplido los doce años, ni los cumplirá nunca. Porque resulta que el cerebro mecánico es matemática, como la música y el ajedrez lo son, también, a su manera y eso, solamente eso, es lo que se suele dar, en condiciones todo lo extraordinarias que se quiera, en los niños prodigio. No hay niño genial que domine artes superiores, sino que hay artes, de un tipo único, que en ciertos casos, pueden ser aptas para menores.
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En ninguna infancia, ni aun en las mas despejadas, se han pintado "Las meninas", se ha pensado "La Ciudad de Dios", se ha escrito "Rojo y Negro" o la "Tragedia de Macbeth", se ha descubierto la penicilina ni se  ha desintegrado el menor átomo. Ni a tan tierna edad, tampoco ningún niño, a pesar de su natural disposición a ponerse perdido de barro húmedo, ha modelado un David, ni ha conseguido que ese túnel que ha logrado horadar en el montón de arena le acredite para realizar alguna obra pública. En casi dos mil años, no hemos vuelto a oír hablar de ningún otro niño que haya discutido con los doctores de ningún templo.
Para las matemáticas, para el juego de cifras, de notas o de piezas, puede haber instinto especial, adelantado, una singular intuición, que nunca se produce cuando hay que manejar razones, formas o sentimientos.
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El inventor nos lo ha descubierto al declarar que su aparato electrónico tal vez sea capaz de componer un soneto, pero con tanta dificultad y pérdida de tiempo, que resultará antieconómico.
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La confesión es clara y por otra parte, consoladora, porque ni el inventor ni su lúcido cerebro auxiliar saben es que un soneto, exacta flor de poesía, sucinta arquitectura de una emoción, nunca ha sido económico. Un soneto no ha proporcionado la riqueza a su autor ni a sus descendientes -las antologías no pagan nada- y ni el tiempo invertido en afirmar el arco de los tercetos sobre los pilares de los cuartetos, ni el valor de los artículos de escritorio empleados se han visto nunca decorosamente retribuidos. Un soneto no es cosa de niños, ni de máquinas por muy electrónicas que sean, y no se hace con arreglo a un presupuesto. El poeta, ya sabe, porque ha elegido de antemano, lo que puede ganar y lo que va a perder, por otro lado.
Un soneto se construye con propósitos y por motivos de la más diversa índole. Basta, por ejemplo, con que se ocurra a Violante mandarlo hacer, y ya está hecho."
Diario ABC "El secreto electrónico" 29.10.1949

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