"Parecía un grupo escultórico, de un naturismo primitivo, entre
franciscano y mitológico, el que formaba el Séneca, acariciando materialmente a
su galgo "Cigüeño", echado sobre sus rodillas. Cigüeño tenía su
cabeza larga y achatada de serpiente, manchada de canela, apoyada suavemente
sobre el hombro del Séneca: y entornando sus ojos tristes, parecía querer
indicar que se enteraba de cuanto su amo le decía.
-¿Qué haces, Séneca?
-Consuelo al Cigüeño, don José. Lo matriculé este año, como todos, en
las carreras de liebres... Y ahí lo tiene usted: él, cargado de victorias, ha
sido descalificado. Es su jubilación.
-¿Una injusticia?
-No; justicia pura. Corría en el llano de "La Ina". Usted
sabe que en él, rompiendo la igualdad de la gran sábana verde de tréboles y
gramilla, hay un solo mechón más alto, formado por unos escaramujos y una zarza
lobera. Cuando las liebres se han visto acosadas por los galgos en varias
direcciones sin caer en sus dientes, acaban siempre refugiándose en esa
trinchera de ramas y púas que les sirve de "perdedero". Muchas se han
salvado allí... El Cigüeño ha corrido demasiadas veces en ese llano. Cuando le
soltaron hoy, para la prueba, mientras sus compañeros se disparaban tras la
liebre, el Cigüeño se fué con un trotecillo casi sonriente, y, desentendiéndose
de la carrera, se plantó a la vera de la zarza. Allí esperó a pie quieto.
Créame usted, don José, que me pareció
que se sonreía con su larga boca negra del diablo. A los pocos minutos, la
liebre llegó a refugiarse en la trinchera. La cazó de un salto. Momentos
después, el señor marqués, que era juez de la carrera, lo descalificaba con
lágrimas en los ojos. Me lo trajo con pena, y me decía:
-Se trataba, amigo Séneca, de ser ligero, no de ser listo.
-Y ¿crees que tenía razón? ¿Llegar a tanta sabiduría no es más
maravilloso que llegar a tanta velocidad?
-No lo crea don José. En las liebres como en la vida, hay que estar a
las reglas del juego. También son maravillosos los ángeles. Pero no servirían
para jugar una partida de tute, adivinando ellos cada carta que iba a salir...
Todas las cosas tienen su "perdedero", su zarza lobera: las mujeres,
los negocios, la política... Todo tiene su trampa, su punto de vulgar
emboscada, donde la cosa se alcanza sin esfuerzo. Pero esto no debe saberse. Cuando
ya se sabe, viene la Muerte, nos descalifica y nos saca de la carrera: para que
no hagamos una competencia demasiado desleal a los enamorados, a los
trabajadores, a los sencillos; a los que corren, derecho, por el llano detrás
de la liebre.
...
El Cigüeño levantaba hacia su amo sus ojos metálicos.
-Él me escucha. Sabe que no le deshonro. Estar sobre el juego es un
modo glorioso de terminar la carrera. Así la terminaron casi todos los grandes
hombres. Así la terminó también aquel caballo del marqués: el
"Agüelito". Al cabo de muchas carreras en el hipódromo, se negó un
día, en absoluto, a salir. Había entendido que se trataba en definitiva, de
correr para llegar a aquel mismo sitio. Y optó por quedarse allí desde el
primer momento; como diciendo: "ya estoy". No logró convencer a sus
jueces: y le descalificaron. Es natural: ni la vida ni las carreras pueden
subsistir si le quitamos su fundamental, maravillosa y ciega estupidez. ¿Qué
sería del progreso si se difundiera demasiado ese secreto andaluz, que sabe que
como se trabaja para poder descansar, no deja de ser razonable empezar por el
final, o sea el descanso?
...
Besó los hocicos, largos y húmedos, de su galgo. Terminó:
-Porque no hay sitio en el juego -¿verdad Cigüeño?- para los que
conocemos el secreto de la zarza lobera."
Diario ABC, "El Séneca y la zarza lobera" 08.01.1946
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
ResponderEliminarEste comentario ha sido eliminado por el autor.
ResponderEliminarTan grande y tan olvidado este literato que se desdoblaba tan singularmente en sus moralejas.
ResponderEliminarSoberbio en el articulo corto,con la paja más que justa,siempre me agrado y aprendimos con él algo más que
literatura.
Sé que el tristisimo ámbito politítico de hoy se cargo a este periodista en aras de la cortesía hitórica.
Tan grande y tan olvidado este literato que se desdoblaba tan singularmente en sus moralejas.
ResponderEliminarSoberbio en el articulo corto,con la paja más que justa,siempre me agrado y aprendimos con él algo más que
literatura.
Sé que el tristisimo ámbito politítico de hoy se cargo a este periodista en aras de la cortesía hitórica.
Este artículo, o un resumen de él, figuraba como lectura en mi libro de lengua y literatura alrededor de 1970. Siempre me gustó su moraleja, y lo he citado en numerosas veces en conversaciones.. Hoy ha sido una de ellas y se me ha ocurrido buscarlo en internet. Muchas gracias por compartirlo, ha sido un placer releerlo.
ResponderEliminar