En nuestros tiempos son raros ya los que tienen dinero porque nacieron
ricos. Los capitales vinculados a las familias han ido desmoronándose y hoy día
el dinero huele a verde, a cosa nueva y directamente adquirida, lo que no está
mal, y tiene más mérito si aguanta un examen sin que le salgan los colores al
rostro.
Del trabajo se puede vivir, pero con gran cuidado. Las profesiones no
permiten más que mesa puesta y sábana -de algodón y con truco- en cada cama.
Los negocios normales tienen sus alzas y sus bajas; hay quien gana y quien
pierde, como siempre hubo. Pero en un pequeño pueblo que tiene sobre sus habitantes
fijos una colonia veraniega importante se ve un dinero estático, indígena y un
dinero alocado, abundante, ruidoso, sin tradición ni pregunta que no sea
indiscreta.
En estos pueblos de Cataluña el indiano o el "americano" es
todo un tipo social representativo y el estraperlista que pasa es otro tipo que
se adivina pronto. Las mentalidades de estas dos clases de ricos son bien
expresivamente distintas. Representan a mi entender dos épocas y dos productos
de la lucha por el dinero. Su única coincidencia es que los dos han decidido
enriquecerse por caminos extraordinarios y no profesionales.
...
Junto a la serenidad del indiano desentona el nervioso y flamante
estraperlista. Este hombre ha buscado las Indias en la angustia del tiempo, en
la necesidad de quienes le rodean. No ha salido a ningún sitio ni tiene ningún
sitio en donde piense quedar. Quiere, con su dinero rápido, imitar con urgencia
lo más superficial del lujo. Quiere -cosa en la que el indiano no pensó nunca-
que se vea de un golpe todo lo que tiene, que se le admire, que le dé el trato
de un rango, que compra cada día más caro que nadie. Pero aquí, no hay
tradición del esfuerzo tozudo, heroico, lento y diario. Todo ha sido
improvisado con audacia y con suerte. Tiene muy pocos años ese dinero y como
joven, es loco y petulante. No es en general el dinero del estraperlista un
dinero que sirva para fundar. Es un dinero anárquico, que se cae por los
hoteles, por los bares, por los grandes restaurantes, por las carreteras donde
lanza su coche, sin pensar que las carreteras son caminos para ir o para volver
a o de algo más que comer o tomar el aperitivo.
El indiano, imitando al señor, llega a serlo; se lo ha ganado. El
estraperlista, imitando a lo que él cree que es un señor, no lo será nunca,
porque no gana señorío, sino que gasta lo que tiene en alquilar lo que no
existe..
Hay tres cosas en la vida que, sino fundan, mueren: la inteligencia, el
amor y el dinero. El estraperlista no funda, confunde. Es un muerto que va por
la vida gastando dinero en pedir limosnas.
LA VANGUARDIA ESPAÑOLA, 22/07/1947.
No hay comentarios:
Publicar un comentario